Por casualidades de la vida, alguien nos pidió ayuda para encontrar hogar a una perrita que se quedaba sin familia. La trajimos a casa con intención de ayudarla, por aquel entonces nosotros ya teníamos dos perritos y dos gatitos.

Mi hijo de dos añitos enseguida congenió con ella, no sé, hubo una conexión especial entre ellos. Ella decidió que tenía que cuidarlo y protegerlo, no le perdía pie y el niño encantado. Para él no importaban los demás peludos de la casa, era aquella la especial, se escogieron y ya nunca más los separamos. Crecieron juntos, siempre uno al lado de otro, risas, juegos, lágrimas… Era su Duffy… Cuando él se iba a dormir, ella se iba para su habitación, lo ha velado durante todos estés años. Os aseguro que tenían una conexión única.

Duffy ha vivido nuestras mudanzas, nuestro cambio de vida y a todo sabía adaptarse y comportarse de una forma difícil de explicar. A pesar de ser más miembros peludos en casa, ella tenía algo que la hacía ser diferente.
Ha sido anfitriona estos años con los perritos del hotel, siempre amigable, siempre ayudando a ellos y a nosotros. Era tan simpático ver cómo les reñía cuando iban al cubo de la basura, o cuando dos se enfadaba y se metía en medio, Era como la abuelita de todos, siempre velando por él bienestar, eso sí, sin descuidar a su niño, donde cada noche se ponía delante de la puerta de su habitación para entrar a cuidar sus sueños.

Si Nico llamaba por Duffy ella lo dejaba todo, su prioridad siempre fue él. Él crecía y ella envejecía…

Con los años vinieron sus primeros achaques, un tumor nos hizo someterla a una operación bastante dolorosa, donde su tensión nos jugó una mala pasada y casi se nos queda, pero salió y juntos lo superaron y seguimos viéndola posando con sus compañeros como una golosa más. 

Pocos meses después, una infección de útero nos obligó a operarla de urgencia. Recuerdo cuando Ángel me llamó que bajáramos a despedirnos, debido a su tensión no confiaban que saliera de esta, llorando camino a su encuentro nos despedimos, pero una vez más nos sorprendió con su fuerza y sus ganas de seguir a nuestro lado. No solo supero esa, sino que pasó por otra operación de 3 horas por una muela que le estaba destrozando la mandíbula. Nos ha tenido el corazón en vilo muchas veces, pero siempre ha salido adelante.

Hace un añito, pegó un bajón muy grande cuando le diagnosticaron diabetes, perdió prácticamente su visión, pero nada le impedía compartir su vida con los compañeros y con su niño. No sabéis cómo agachaba su cabecita para que la pincharas antes de comer, cosita más lista.

Pero la enfermedad y la edad pasan factura, hace poco más de una semana descubrieron que sus riñones e hígado estaban fallando, por suerte nada que fuera incompatible con la vida, ingresada con suero en casa, comenzamos el tratamiento para recuperarse, y como no, la pequeñita volvía a comer y jugar con las manos, si si, a sus 14 añitos aún le gustaba jugar a morderte las manos.

Pero esta vez la ilusión enseguida se vino abajo. Una tarde despertó de la siesta y ya no era la misma, algo pasó en su cabecita y comenzó a andar sin sentido, a querer pasar por sitios donde no se podía. Se quedaba quieta en una esquina mirando la pared, miraba el cuenco del agua como algo extraño, algo fallaba… demencia senil nos dijeron. Algo que normalmente va demostrando síntomas poco a poco y avanza lentamente, pero en esta ocasión fue todo de golpe. Pasó de caminar sin sentido a caminar en círculos, a ladrar y gemir todo el tiempo, ya no conocía su casa y ni siquiera nos reconocía a nosotros… no quería nuestras caricias, no conseguíamos ni frenarla en nuestro coló, su cabecita solo quería caminar y caminar…

Llegada esta situación tomamos la decisión más difícil del mundo, eutanasia, si no sabe comer, si no bebe, no hay vida posible. Rotos de dolor, vivimos sus últimas horas viéndola pérdida, sin poder ayudarla esperando ese momento que iba a ser tan duro para nosotros, pero ella era tan increíble que hasta en eso nos lo puso fácil.
Después de más de 24h caminando sin parar, consiguió dormir, aunque las primeras horas aun durmiendo gemía, no nos separamos de su lado, no dormimos, solo la acompañábamos aunque ella no nos sintiera como su familia.

Cuando los gemidos pararon escuchábamos su respiración profunda. Durante horas mantuvimos el hotel tranquilo para que ella pudiera descansar el poco tiempo que le quedaba con nosotros, la eutanasia estaba programada para ese mismo día, entonces… dejó de respirar…

Única, increíble, luchadora e imborrable de nuestros corazones.

Esa es nuestra Duffy…